EL PROCESO DETRÁS DE UNA DECISIÓN DIFÍCIL: CERRAR MI TIENDA/ESTUDIO.

No fue de un día para otro.
Para entender por qué cierro la tienda, tengo que volver atrás, concretamente al verano pasado.

Durante años, mis veranos fueron sinónimo de Formentera. De compartir esa isla mágica con alguien que fue importante para mí. Pero las cosas cambian, y cuando esa persona dejó de estar, esos veranos también.

El año pasado, sin planes claros, mi padre me propuso ir a un pueblito cerca de Lisboa donde él estaba trabajando. Al principio fui con reservas. Hacía mucho que no pasábamos tantos días juntos, y pensé: “Bueno, si él está ocupado, yo haré turismo.”

Mi padre es todo un artista.
No conozco a nadie que disfrute tanto simplemente creando.
Puede pasarse horas —literalmente— haciendo, probando, transformando… sin esperar nada a cambio. Solo por el placer de hacerlo.

Y aunque fui con la idea de que serían unas vacaciones tranquilas, acabaron siendo mucho más que eso.
Entre procesos creativos, charlas, visitas a museos … esos días resultaron ser incluso más reparadores que muchos de mis veranos en Formentera.

Desde el primer momento que nos vimos… no nos separamos.

Volver a compartir tiempo con él, verle trabajar, recuperar procesos artesanales alejados de pantallas, hizo algo en mí.
Despertó una parte dormida. Una necesidad de volver a crear desde otro lugar.

Esa semana se quedó dando vueltas en mi cabeza.
Volví a Madrid con una sensación dulce, pero también con cierta nostalgia.

Y fue pasando el tiempo, hasta que a principios de este año, algo empezó a removerse de verdad. Cada vez que entraba en la tienda, sentía una especie de ahogo.
No era tristeza. Era una presión, una rutina, una estructura que empezaba a pesarme.
Tener un espacio físico es precioso, pero también te ata: a horarios, a obligaciones, a una ciudad.

Y entonces llegó otra señal.

La casera de mi piso me llamó para decirme que necesitaba el apartamento a final de año, que su hijo tenía que mudarse allí.
La noticia me cogió por sorpresa, y me lanzó de lleno a buscar piso en Madrid. Lo que encontré fue desolador: 20, 25, 30 metros, sin luz, interiores, carísimos.
Y con cada búsqueda, sentía que Madrid me empujaba fuera. Como si me dijera: “Ya está. Ya fue.”

Una noche, incluso tuve una crisis de ansiedad. Lo confundí con un infarto.
Me asusté de verdad.
Y entendí que tenía que parar. Que necesitaba aire. Que esto no podía seguir así.

Madrid te da mucho, sí. Pero también te exige. Y a veces, sin darte cuenta, te va vaciando por dentro.
Siempre corriendo, aunque no tengas prisa define a la perfección para mi el ritmo de la ciudad.

Ahí entendí que lo que quiero ahora es otra cosa.

Volver a mis raíces.
Despertar mi creatividad desde otro lugar.
Trabajar con mi padre.
Pasar tiempo con mi madre.
Volver a ver a mis amigos de toda la vida.
Y no tener una llave que me ate a un sitio físico.


Aunque cierro la tienda física, la marca sigue.
Sigo creando, sigo compartiendo y la tienda online continuará activa como siempre.

Lo que viene ahora es una etapa diferente, más libre y abierta:
colaborar con mi padre, sí, pero también seguir mi propio camino.
Ofrecer talleres, compartir lo aprendido, trabajar con escuelas, con marcas, con personas.

No es un adiós. Es un cambio de ritmo, de formato… pero no de esencia.


Cierro la tienda, sí. Pero no cierro lo que soy.
Simplemente, decido moverme.
Y esta vez, hacerlo desde la libertad.

Share this article:
Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram
WhatsApp
Email